sábado, 5 de marzo de 2011

Casilda Rodrigañez: El capitalismo ha reprimido los resquicios que quedaban de deseo materno


Les dejo una excelente entrevista hecha por ISABEL VÁZQUEZ para el Periódico diagonal a la magnífica CASILDA RODRIGÁÑEZ, AUTORA DE ‘ASALTO AL HADES’:

DIAGONAL ha tenido la oportunidad de hablar con Casilda Rodrigáñez, la autora de La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente (con Ana Cachafeiro) y Asalto al Hades. Casilda ha investigado sobre cómo la naturaleza de la relación madre-criatura y de la primera fase de la vida se nos oculta. El deseo que traemos al nacer como motor de la vida cuando no encuentra respuesta se convierte en carencia: a partir de ella es fácil moldearnos prometiendo una satisfacción que no llega. En la esperanza de conseguirla, somos dóciles y obedientes.

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¿MEDIA NARANJA? Para la autora, la verdadera ‘media naranja’ es la del principio, con la hija o el hijo, no la que luego pretende colmar un anhelo insatisfecho.
DIAGONAL: Al hablar del vínculo entre las madres y sus hijos, te refieres al concepto de imprinting. ¿Puedes introducirlo brevemente?
CASILDA RODRIGÁÑEZ: El imprinting es el período de transición entre la gestación intrauterina y la gestación extrauterina; es un momento muy delicado de la vida humana. Inmediatamente después del parto la madre tiene las descargas de oxitocina (la hormona del amor) más altas de toda su vida sexual, correlativas, según el psicoanálisis, a la condensación libidinal también más fuerte de su vida. En condiciones normales, sin las prácticas obstructivas hospitalarias, se vive como un deseo y una pasión indescriptibles. Biológicamente este fenómeno pertenece a la filogénesis mamífera -aunque está acentuado en nuestra especie humana- y tiene como objeto formar la díada, la unión simbiótica madre-criatura.
Por su parte, la criatura, entre media y una hora más o menos después de nacer, si está sobre el torso de la madre, reptará sobre él guiada por el olfato hasta alcanzar el pezón; la criatura no nace inútil, sino que es capaz de hacer lo necesario para sobrevivir, con el único requisito de no quitarle su hábitat. Este fenómeno ha sido descrito en términos fisiológicos y clínicos por el pediatra sudafricano Nils Bergman. Las constantes vitales como el ritmo cardíaco, la temperatura corporal o la respiración se regulan mediante hormonas que dependen de la unión piel con piel con la madre. Hay una sincronización fisiológica (nutrición, sueño, temperatura) que acompaña a la sincronización libidinal. La producción y composición, siempre variable, de la leche materna se regula por el contacto piel con piel, por la interacción libidinal a través del sistema neuroendocrino.
Cuando a la criatura se la separa de la madre, entra en una situación de estrés, con descargas de glucocorticoides (hormonas del estrés) que ponen el metabolismo basal en un modo de funcionamiento previsto para la supervivencia en situaciones límite. Esto altera la regulación fisiológica de forma más o menos grave según lo que se mantenga la situación. Además, las descargas de glucocorticoides en el cerebro de la criatura en gestación impactan negativamente en la formación de su sistema neurológico. Se está comprobando que éste es el origen de muchos trastornos autistas, bipolares, etc., así como de la capacidad para la crueldad. La neurología ha empezado a explicar cómo se somatiza la represión.
D.: ¿Estamos entonces hablando de los efectos de la represión en el cuerpo humano?
C.R.: Claro, porque la libido y la fisiología son dos dimensiones de la vida orgánica. El psicoanálisis, con autores como Mahler, ya había dicho que la libido que une a madre y criatura hacía el papel de una ‘matriz extrauterina’. Ahora, desde la práctica clínica y la medicina no secuestrada por el Poder, se comprueba en términos fisiológicos esta unidad. Durante siglos se ha reprimido el imprinting, porque es el momento clave de la formación de la unión con la madre; ha sido una estrategia para bloquear el desarrollo de la sexualidad humana básica. Así se cortan las raíces de la vida humana para poderla domesticar.
D.: ¿ Puedes poner algún ejemplo del tipo de situaciones que llevan de la posición de deseo a la de carencia?
C.R.: El deseo es una pulsión corporal que tiene una función de regulación orgánica. Kropotkin decía que buscar el placer y evitar el dolor es la vía general de acción del mundo orgánico; y Maturana, que biológicamente somos seres adictos al amor. La castración del ser humano (nos castran igual que al toro para hacer un buey) se realiza impidiendo la socialización en tanto que criaturas productoras de deseos, según explicaran Deleuze y Guattari: es decir, cuando nos socializan prohibiendo el cuerpo materno, la sexualidad primaria.
El tabú del incesto del que habla la antropología es la eliminación de la madre, de la sexualidad básica para formar seres humanos lo suficientemente desvitalizados para aceptar la esclavitud, y acorazados para aguantar las relaciones fratricidas de dominación; y para crear la aptitud para la crueldad y la impasibilidad ante el sufrimiento del herman@. Los ‘egos’ como mecanismos de supervivencia se forman en la sustracción de la pulsión deseante.
D.: ¿El ego es el objetivo a transformar?
C.R.: Sí, en el sentido de separarlo de la criatura deseante e inocente que somos, y modelarlo de forma operativa para funcionar en este mundo, como un disfraz. Porque en este mundo hay que tener una cuenta corriente, trabajo asalariado, cerrar la puerta de casa con llave... Estás en contra de eso, pero estás abocad@ a ello porque son las condiciones de supervivencia en este mundo. Para proteger la criatura deseante, es importante saber lo que haces según las reglas del mundo, porque no te queda más remedio, pero también relacionarte en tanto que criatura y tener toda la otra vida que puedas. Creo que es mejor funcionar así que intentar mezclar las cosas del mundo con las cosas de la vida. El verdadero objetivo, como decía Laing, es la disolución del ego, el ‘sistema de identidad grupal’ que se ha conocido en ciertos pueblos. Pero eso es de otro mundo.
D.: ¿Podemos decir que éste es el modelo capitalista de crianza o es el modelo patriarcal, y lo encontramos en toda sociedad patriarcal?
C.R.: El modelo de socialización capitalista en lo esencial (tabú del incesto, matricidio, mecanismos de sometimiento, de servidumbre voluntaria e inconsciente, etc.) es común en todo el patriarcado desde hace más o menos 4.000 años, según los sitios. Por ejemplo, en la Biblia está ya descrito. En cambio, a las islas del Caribe no llegó hasta el siglo XV, con Colón. Según el tipo de resistencia, ha ido adquiriendo diferentes particularidades. Con el capitalismo y su modelo de revolución industrial, especialmente con las tres últimas generaciones de parto en hospitales, se han reprimido los resquicios que quedaban de deseo materno.
D.: ¿Hay algo que desees resaltar como final de la entrevista?
C.R.: Que la maternidad es algo muy importante. Freud dijo que había sexualidad infantil: ¿dónde está esta sexualidad? Jean Liedloff en El concepto de continuum hablaba de su experiencia en las selvas amazónicas donde todas las criaturas van pegadas, a un@ o a otr@. No lloran y nunca dan la lata a nadie. Las mujeres hacen lo que sea con la criatura encima, o si no la suben a otra chepa. Cuando la criatura empieza a andar, el proceso de hacerse autónoma es mucho más rápido y seguro que en la sociedad occidental, porque el desarrollo psicomotor se produce con la experiencia repetida; y si el ambiente es de seguridad, no tienes miedo de experimentar; por eso en una situación de estrés y de miedo, el aprendizaje psicomotriz es mucho más lento. Aquí nos venden la seguridad física para tapar la inseguridad afectiva originada por la separación prematura de la madre, y por no haber tenido lo que te corresponde en la primera etapa.
“El ‘maternaje’ no es sólo cuestión de mujeres”
D.: En tus libros cobran especial relevancia las madres. ¿En qué medida los conceptos que explicas son también aplicables a otras personas que tienen relaciones de cuidado o crianza, aunque sean mujeres que no desean ser madres, o sean hombres?
C.R.: Victoria Sau dice que “todos somos huérfanos de madre”. La falta de madre hace que sea importante que todo el mundo haga todo el ‘maternaje’ que pueda: practicar el colecho, dar contacto físico, calor, piel con piel. El amor corporal no es exclusivo del amor coital; el amor primario es entrega, confianza y complicidad corporal. Hasta tiempos recientes no había habitaciones individuales, la gente dormía junta. Hay que recuperar la noción del amor primario y del ‘maternaje’. En japonés hay una palabra para designar el amor primario como un tipo de amor específico. Recuperar el amor primario es como recuperar la madre, tod@s lo llevamos dentro y por eso nos enternecemos cuando vemos un cachorro de cualquier especie, y tod@s podemos aportar un buen entorno afectivo, y es una tontería decir, por ejemplo, que es cosa de mujeres. La madre biológica sincronizada es insustituible, desde luego, pero en la situación actual el ‘maternaje’ de un hombre, de otra persona, puede ser mejor que el de una madre biológica robotizada o desconectada de sus pulsiones.

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